Siempre que nos cuentan las
historias de las princesas o doncellas, cierran con un especial beso del príncipe.
¿Pero qué hay de aquellas princesas o bien sea el caso de la doncella que no
finaliza sus historias con apuestos príncipes? (ojo que todas las mujeres son protagonista de
cada historia)- (Así que bien sea el caso, tómese en representación).
De tantas princesas que conozco
en esta vida, muy bien sé, que muchas besaron sapos sin hallar el príncipe; y
hasta algunas de ellas que sí encontraron el príncipe pero no hubo un : “Y vivieron felices para siempre”.
Otras decidieron dejar de pasar
de sapo en sapo, y mejor quedarse con un sapo y listo; para que seguir llevando
llaga con esto. Dejando atrás la idea de seguir pensando que para ella se le
destinaba su grandioso príncipe. Y si este es el caso: “tuvieron muchos sapitos y trataron de vivir felices para siempre”.
Las pocas, poquitas pocas que si
encontraron su príncipe y de paso fueron felices por siempre, fueron las más
envidiadas del mundo y ahí cabe destacar a La Cenicienta, La Sirenita, la Bella
durmiente y Blanca Nieves, no, está última no, hay versiones que indican que
tras cámaras se echaba a los enanitos preparando el nuevo Kama Sutra, versión latín.
En fin, hoy en día no se sabe con
quién se puede topar y contar, y definimos el porqué de esto; si el chico suele
presentarse físicamente como el príncipe idóneo, cual su cabellera es de brillo
de seda y su sonrisa te deleita, prueba entonces, que baile bien machito y que
de vez en cuando se eche sus apestosos delante de ti, para así demostrar que
este sea digno y no caiga en aquel dicho que dice: “habla bonito, cocina divino y tiene la letra bonita” y resulta que
le gusta sentarse en el sanitario para hacer pipí.
Y viéndolo bien, todo esto aquí
relatado pudiese concluir con que no es tan fácil armarse su propio cuento de
hadas y que para bien o para mal uno termina decidiendo entre el príncipe o el
sapo, para medio llevarla en la pobreza o la riqueza y hasta que la muerte los
separe.
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