Cierto amigo un día le decía a su mujer - obviaré los
nombres y serán llamados sólo hombre y mujer- que lo mejor que
podía hacer para afrontar una situación crítica, vivida en su país,
desbordada por locuras juveniles y decisiones sin cultura y educación, era
adquirir un arma que pudiera utilizar para defenderse de aquellos
desafiantes de la vida, que por causas desesperadas andaban sin rumbo
arremetiendo contra sus hermanos - palabra
bíblica - Y de esta manera
proteger a los suyos, integrándola a ella dentro de su núcleo de
protegidos.
Asombrada aquella mujer, un poco angustiada... con voz quizás
temblorosa, le hace saber la angustia que ha causado este pensamiento aún no
llevado a cabo, a su marido. Insistente, le hace prometer a marido de nunca
permitir la entrada de un arma en manos de seres que integran su grupo
familiar.
Aquella casa rodeada de un pequeño terreno, frente a un pozo de
agua natural; A un lado, un grandioso árbol de abundante clorofila, sin frutos,
no era época de sus frutos ricos llamados nísperos. Se escuchaban los ritmos de
la felicidad en voces de infantes que jugueteaban y amenizaban aquel día, donde
el sol se prestaba para sacar los cestos de ropa y ensañarse contra las piedras
para blanquearlos. De allí la oriunda familia compuesta por el marido, su mujer
y dos hijos frutos de su amor. Dos varones, el mayor, de 9 años, y el menor de
4 años.
No era más que una familia humilde que dormían juntos en un
mismo cuarto, compartían sus domingos en la sala que a su vez era la cocina y
de vez en cuando era la habitación del abuelo, cuándo se quedaba a dormir, y
por lo general eran los domingos. La casa tenia dos puertas, una en el frente y
una atrás; Dos ventana, una en el frente y una atrás. El patio del fondo, se
unía a un camino por donde pasaba una carreta llevada por un hermoso burrito,
conducido por un joven robusto y ordinario que se encargaba de recoger los
cebollines plantados por mujer y hombre - de
esto vivían -
Luego de la recolecta de los cebollines, por aquella tarde,
hombre se alista con sus botas de cuero marrón un poco deterioradas por las
grandes caminatas a las orillas del rió, su correa que muy bien combinaba con
el color de su calzado, su camisa negra por dentro de su pantalón un poco
desordenada a la caída de su bragueta, y su sombrero acompañante perfecto, sale
por la puerta trasera y voltea un poco la mirada en busca de mujer e hijos.
Los pequeños alardeaban sus bicicletas por todo el patio de la
casa. Pero mujer, no se le hallaba sombra alguna. Esto no detuvo a hombre seguir
el rumbo, que aquella tarde que
lo encaminaba a la toma de su poder, como jefe de familia. Toma rumbo por el
largo camino del rió y llega a sombras de piedras enormes. Desaparece por
segundos su figura, y en menos de 5 minutos vuelve a parecer, hombre con
pequeña arma de fuego de cañón corto y pequeño calibre, que se sostiene y
dispara con una sola mano.
Escondiendo la promesa dentro de su
camisa, ennudecido con la mirada a lo lejos y con satisfacción
interna regresa a casa ya caída la noche, no determina a las
persona que a él le llevan a sombra. Enciende la bombilla de patio
trasero, cierra la puerta de atrás, de adelante y rápidamente esconde
su acompañante letal debajo de la almohada.
Los niños ya en sus camas dormidos, mujer aun en el frente destendiendo
la ropa. Hombre se quita su ropa y se mete a la cama, sin darse cuenta que la
sombra que atraía desde aquel camino del río, se asomaba por la
ventana, y calladamente se introducen en aquella cálida casa, un poco oscura,
para no incomodar a los angelitos durmientes. En búsqueda de aquella arma,
los intrusos desastrosamente inician su rastreo; por lo cual
la bulla generada despierta a hombre y se ajunta de su tesoro escondido
para espantar a los infiltrados en su jaula.
Hombre trabaja habilmente con su nueva amiga en manos y controla
todo el territorio, amarra a los desafiantes y se agiliza para buscar apoyo de
alguna autoridad. Pero al salir de casa, solo se encuentra a mujer semidesnuda
y arrecostada a aquel enorme árbol por aquel joven robusto que
le recogía el cebollin dos veces a la semana.
El hombre que en aquella noche sentía que la decisión más fuerte
que había tomado, la llevaba en mano y frente a la situación de
ese momento no se percataba que podía acabar con el
temor que jamás y nunca se había imaginado,
le temía a los
maleantes rastreros, le temía a que se apoderaran de
sus pertenencias; pero en ese momento ya
no había temor alguno sobre lo antes mencionado, solo sabía que
era el momento de darle fin al peor de sus episodios vivido. Y con el
arma señala a mujer apenada, giraba al otro lado y señalaba joven ignorante,
deseoso de actos impuros.
Y por un instante, el cerebro de este hombre se detiene, y se
figura que pasará los próximos días cuando hayan muerto a ese muchacho, o hayan
muerta a la madre de sus hijos, se preguntaba ¿por qué antes no
había comprado el arma? pero, si lo que le dio dicha en un momento y en una
noche, terminó acabando su vida de raíz, de un plomaso en la
siem se arranca la vida misma y solo hubo sangre de aquel hombre que
sacio su deseo, quedando una mujer que se dejó llevar por deseo, y un muchacho que
seguirá lleno de deseo.